Todos los que tuvimos oportunidad de
conocer Uruguay lo recordamos con una nostálgica sonrisa.- Es
un país que abre sus puertas de par en par y donde el buen
trato, la educación y – en más de un caso – la paciencia
frente a los desplantes de culturas menos afianzadas, se
conjugan para hacer de ese pueblo amigo algo así como la casa
de un hermano atento, siempre dispuesto a recibirnos y
brindarnos la calidez de su buen trato.-
Lamentablemente en este
último tiempo no fue tan fácil visitarlos, pero ahora,
apertura del puente de por medio, podemos volver a
disfrutarlo.- Dichoso del que pudo deleitarse en la
deliciosa Arapey, o la señorial Colonia,
la
siempre de moda Punta o
recalado
- aunque sea unas horas - en Montevideo, esa ciudad tan
cuidadosa de su pasado, con
maravillas arquitectónicas como la
zona antigua, verdaderos monumentos inmaculados del ayer,
para desembocar caminando lentamente en el chispeante
Mercado Viejo.-
LA SIRENA:
Sin
embargo, esta vez, planeamos algo diferente.- Sabíamos que
ese “Uruguay secreto” (gracias Rody Bruce por el nombre ! )
tenía tesoros ocultos muy cerquita, a un tiro de piedra de
Argentina y ahí nomás con el auto, cruzamos el controvertido
puente y – a pocos kilómetros – nos encontramos trasladados
de pronto al Buenos Aires de
1920, a
los libros de Beatriz Guido, de Mujica Láinez, de Manuel
Puig y tantos otros que nos hicieron soñar con esa época
inolvidable en un pase mágico de la realidad a la ilusión.-
“La Sirena” forma parte de
un conjunto de estancias que muy pocos argentinos tienen el
placer de conocer.- Curiosamente, están más difundidas entre
los visitantes extranjeros de otros lares, algunos muy
lejanos.- Entrar a “La sirena” es retrotraerse en el tiempo,
dejar que nuestra vista se pierda en una inmensidad verde y,
lentamente, adentrarse en esa estructura colonial,
maravillosamente conservada.- Toda “La Sirena” nos traslada
a un lugar soñado llevados de la mano por sus dueños, Lucía
y Rody que nos hablan casi susurrando para que no
despertemos a la realidad.- Saben hacerlo.-
Al atardecer,
mientras paladeamos una copa del tradicional Tannat, nos
arrellanamos
confortablemente,
y contemplamos un ocaso increíble,
los cuatro en silencio como una ceremonia secreta para pocos
privilegiados mientras
a
lo lejos – como diamantes –se encienden las luces de
Mercedes y el puente.-
Luego de una deliciosa
cena (felicitaciones a la cocinera) y de leer asombrados un
enorme libraco de páginas amarillentas por el tiempo donde –
desde 1991- cientos de viajeros han escrito, cada uno en su
idioma a veces incomprensible la experiencia alucinante de
lo que han vivido. Y por fin, casi sin notarlo, caer
rendidos en una cama confortable, arropados por el silencio
majestuoso que envuelve y
acuna.-
Podríamos contarles de la
hermosa casona, de sus antigüedades, de la historia que
guardan sus paredes, la belleza de ese bosque por momentos
casi impenetrable que puede traspasarse – a caballo o en
camioneta- y violar el secreto que ocultaban, para
descubrir, estremecidos, el majestuoso Río Negro de playas
amarillas .-
Mucho puede escribirse sobre “La Sirena”.-
Lo mejor es – perdón Ulises – dejarse atrapar.-
ESTANCIA RENACIMIENTO:
De camino a Atlántida y ya casi
llegando, nos tropezamos con una coqueta estancia y tuvimos oportunidad de conocer
a sus dueños, un matrimonio muy simpático y dinámico.-
Comparativamente, no tiene el
sortilegio ni la inmensidad de “La sirena” pero está puesta
con buen gusto y se nota
que su propuesta es más tipo gozar
de un día de campo sin demasiado problema ni cavilaciones.-
La cercanía con
Atlántida (8 km.)
lo facilita y es posible entretenerse cabalgando alguno de
sus “ pingos”, y los chicos sobre todo tendrán oportunidad de
asombrarse con animales y aves de corral (que tal vez solo
conocían por fotos, o distorsionadas en un almuerzo
familiar), casi al alcance de la mano, mientras todos
saborean unas deliciosas empanadas.-
El aroma a
asado atrae inevitablemente hasta espaciosos comedores donde
gente alegre y bullanguera saborea complacida la deliciosa
carne a la parrilla.- La parte de hospedaje está correcta
con estilo gauchesco y están en plena etapa de construcción
de nuevas habitaciones.-Un lugar bonito para pasar el día o
un fin de semana.-
Ya de salida, una vieja locomotora y un
cartel nos hace pensar con melancolía en una estación que si
alguna vez fue,
ya no es, y – tal vez - en un
encuentro frustrado, que tampoco podrá concretarse.-
ATLANTIDA:
Es Una ciudad
pequeña, de preciosos chalets pulcramente pintados rodeados
de jardines florecidos, de calles tranquilas custodiadas por
árboles añosos, donde el vi- sitante
puede
llegar a su pequeño centro por calles anchas y bien
asfaltadas y estacionar sin problemas.- Los habitantes y
turistas – uruguayos en su mayoría – aseguran la educación y
el buen trato.-
Como recalamos en una cabaña fuimos a un viejo
conocido, el supermercado Disco, no muy seguros de encontrar
todo lo que esperábamos.- El asombro fue creciendo a medida
que avazábamos: la variedad de artículos dejaba chiquititos
a nuestros Discos habituales.- Fruta y verdura era natural
que fueran mejores que las nuestras por la cercanía de las
quintas, pero la carne….AH, la carne! ….hace años que no
probaba algo tan delicioso.- Ese entrecote, como lo llaman,
es de antología.-
Pasamos por un expositor de unos
10 metros con
comidas para llevar que se veían tentadoras y un cartel de
advertencia SIN SAL. No quieran saber el tamaño de la
góndola de las comunes.- En la parte de fiambre pedí 200 grs
de lomito canadiense y la vendedora
preguntó:
--Cual ¿??
--Había de tres clases.-
(Me detuve en la parte gastronómica, como buenos
gorditos, porque volvimos con dos kilos a cuestas).- Ahora a
tomar sol a
la playa ¡: tiene dos,
la Brava , de olas
importantes, donde es posible instalarse desde la muy
temprano porque el sol sale por el mar y el turista más
cercano está por lo menos a 20 metros,
y La Mansa,
un poco más concurrida y donde es posible quedarse hasta muy
tarde viendo caer el sol en el mar.- Hasta esa opción en
menos de 30 cuadras.-
Por si
necesitara de algo más, la tranquila Atlántida tiene también
su pequeño secreto: en un costado de la ciudad se levanta
una extraña construcción, difícil de describir, muy grande y
terriblemente rara con forma de águila que se adentra en el
mar como un pájaro siniestro.- Es posible visitarla y desde
sus ventanas, puede apreciarse ambos lados de la costa
además del mar.- Dicen que perteneció a un hombre que se
enamoró de Atlántida el siglo pasado y que – desde sus
miradores - podría haberse dedicado a hacer señas? Enviar
mensajes ¿ prestar ayuda a
submarinos
alemanes en la segunda guerra mundial.-¿ Verdad ¿ ¿ Leyenda?
Hay mucho más Uruguay secreto para
descubrir ….. próximamente.-
P.D: Las pequeñas mascotas son bienvenidas
en muchos de los lugares y tienen su lugar
en la playa. Periquitas.
|